Sentirse o no español, más allá del DNI, forma parte de la voluntad personal y de la época que a uno le toca vivir. Pertenecer a esta nación durante la dictadura no me complacía especialmente, hubiera preferido ser congoleño. Después de la Constitución del 78 se ha convertido en una condición mucho más agradable, sobre todo cuando, por afirmarlo, te ganas el odio de la España más reaccionaria. Me refiero a la España negra de los nacionalismos periféricos, que representan todavía los últimos vestigios sentimentales del franquismo.
Diarios de un francotirador, ALBERT BOADELLA
jueves, 14 de marzo de 2013
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