Una opinión de Ángel de la Fuente, publicada en El Periódico de Catalunya.
En las últimas semanas hemos asistido a una agria controversia sobre la necesidad de una reforma del mercado laboral. Aunque se trata de un debate muy necesario, resulta desafortunado que la discusión se haya centrado casi exclusivamente en la reducción de los costes de despido. No es este el problema central de nuestro mercado de trabajo y tampoco es un buen punto de partida para un análisis en profundidad del tema.
Los costes de despido son un componente más del salario, entendido en sentido amplio como el coste unitario del trabajo. Si este componente del salario se reduce, otros tenderán a aumentar hasta que se restablezca el equilibrio entre el poder negociador de empresas y sindicatos. El ajuste, sin embargo, no sería inmediato y esto explica el interés de la patronal por la medida: en la situación actual, podría suponer un alivio rápido y significativo para las empresas que más lo necesitan, aunque seguramente también una aceleración a corto plazo de la destrucción de empleo. A largo plazo, sin embargo, la cuestión más relevante no es el coste medio del despido, sino la asimetría que existe entre distintos tipos de contratos laborales.
Que una parte de la remuneración de los asalariados tome la forma de las actuales indemnizaciones por despido tiene sentido porque permite a los trabajadores comprar una especie de seguro frente a la inestabilidad laboral. Cuando los costes de despido son elevados, las empresas se lo piensan más antes de despedir a sus trabajadores en períodos recesivos y, por lo tanto, la probabilidad de mantener el empleo en malos tiempos es mayor. O al menos lo será mientras los tiempos no sean demasiado malos. Cuando lo son en extremo, la imposibilidad de reducir plantillas a un coste razonable puede acabar de dar la puntilla a empresas que podrían haber sido viables, aumentando así la pérdida de puestos de trabajo.
Descontando tales situaciones extremas, la existencia de costes de despido tiende en principio a reducir la volatilidad del empleo, lo que seguramente es bueno desde un punto de vista social, y no parece que afecte demasiado a su nivel medio.
viernes, 27 de marzo de 2009
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