miércoles, 29 de julio de 2009

Diálogo social, feria de desenfoques


Enrique Calvet en Expansión.


Soy de los que consideran el diálogo social crucial para la instauración de la democracia española y unos de los elementos esenciales de las democracias avanzadas.

Tal vez con ello evoque subjetivamente el orgullo que tengo de haber participado activamente en los grandes acuerdos sociales de la Transición. Eran otros tiempos y otras las personas (¡pero que muy otras!).

En aquellas épocas recayó sobre los agentes sociales la tarea de ayudar a construir una nueva España. Eso ha marcado el espíritu del diálogo social en España, al darle una impronta y responsabilidad en política pura que ha degenerado y provocado, a mi juicio, muchos desenfoques distorsionantes. Me detendré en tres perjudiciales.

El desenfoque esencial es que el proceso de diálogo social se ha centrado finalmente en temas que le corresponden poco, soslayando los temas fundamentales que le competen. Ni los empresarios tienen por qué oponerse a una extensión de subsidios en época de gran sufrimiento social ni los sindicatos tienen por que oponerse a que se rebajen las cuotas a la Seguridad Social.

El diálogo debería tener como único objetivo que el mercado de trabajo optimice la creación de empleo y minimice su destrucción

Se trata de medidas de política general de la Nación cuyos ciudadanos bien pueden optar por aumentar, en este momento dramático, la solidaridad con los más desfavorecidos, y que bien pueden optar, o no, por que la financiación de la Seguridad Social se haga un poco más vía impuestos de todos y un poco menos vía impuesto a la contratación. Es una decisión de funcionamiento de sociedad, política, y si el Gobierno quiere sentir el pulso de toda la sociedad civil, ahí tiene al Comité Económico y Social (que no existía en la Transición).

Tareas urgentes
Pero no distraigamos a los agentes sociales de las tareas urgentes: movilidad, flexiguridad, sistemas de contratación, formación, políticas de empleo, reforma negociación colectiva, marco salarial... Eso es lo que debe, urgentísimamente, abordar el diálogo social.

Ese es el tiempo perdido. El diálogo entre los dos factores sociales de la producción debería tener un sólo objetivo: cómo hacer, para cualquier nivel de crecimiento económico (en gran parte impuesto por factores exteriores), que el mercado de trabajo optimice la creación de empleo y minimice la destrucción. Ni más, ni menos.

El segundo desenfoque viene de haber centrado uno de los temas pertinentes, los sistemas de contratación, en un eslógan, ni siquiera político, sino demagógico. Así, se estaría proponiendo el despido libre. Fantasma agitable sin necesidad de neuronas.

Para los que estamos en estos temas desde hace años, sabemos que el despido libre existe desde lustros (si no, de qué 4,5 millones de parados) y también sabemos que se está hablando de costes y de flexibilidad en procedimientos. También pensamos muchos que no se puede, en este momento, plantear recortar los derechos de los trabajadores en activo, pero que tampoco lo ha propuesto nadie.

El desenfoque ha consistido en transformar en bandera política dominante un tema complejo pero acordable, lo que ha impedido abordar otros aspectos del diálogo social, incluso de mayor relevancia para enfrentar la crisis. Sin duda, ha habido mucha torpeza en centrar el debate en ese aspecto en momento tan inadecuado socialmente. Con manipulación, se ha destruido el diálogo. Creo que es un tema a aparcar hasta el momento adecuado.

El tiempo perdido, en este caso, es de los políticos que no tuvieron la responsabilidad ni la categoría para hacer las reformas en épocas oportunas de bonanza.

Responsabilidad
El más triste y sintomático desenfoque viene del Gobierno. El diálogo social es un elemento clave y frágil que exige enorme responsabilidad. Considerarlo como un tótem por el prestigio ganado en la historia reciente de España para apropiárselo con fines politiqueros y sectarios, es lamentable.

Estar dispuesto a comprar voluntades con el dinero público para mejorar la imagen y la valoración en las encuestas es mucho peor. El diálogo social es demasiado precioso y necesario para convertirlo en instrumento de propaganda propia o de insulto. Ese desenfoque es catastrófico para los ciudadanos.

Algunos piensan que por estar, de nuevo, en una situación nacional de alarma, con una España que se desguaza, con la pérdida de la solidaridad nacional y creación de ciudadanos de primera, segunda y tercera, o, simplemente con la desaparición del mercado único, se justificaría que el diálogo social fuese, otra vez, el gran reconstructor político de nuestra democracia. Ello es darle, hoy en día, una responsabilidad excesiva a los agentes sociales y desestimar otras instituciones que ya hemos creado.

Si el proyecto y el sentido patriótico del Gobierno llegasen a un nivel razonable, indispensable para el actual momento histórico de España, hágase de una vez el indefectible pacto de Estado, con participación de todos. Úsese, incluso, para algunos temas (unidad de mercado), las instituciones omnicomprensivas como el Comité Económico y Social.

Pero si se quiere salir de la crisis antes y mejor desde el punto de vista del empleo, modestamente sugeriría al señor Corbacho que convocara inmediatamente a los agentes sociales a media docena de mesas para la reforma (formación, flexiguridad, movilidad, políticas activas, negociación colectiva, etc...) y obligara a los agentes sociales a negociar sobre lo que saben y deben. Y sin cenas, para que no haya indigestión.

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