lunes, 26 de diciembre de 2011

90 de 98 buzones, aún sin nombre

Un reportaje de Edwin Winkels en El Periódico de Catalunya.



Ideal para trabajadores del aeropuerto», reza un anuncio, en internet, de lo que el anunciante llama «un ático de lujo a estrenar», que en realidad es un 13º piso de un bloque que tiene 18 plantas, bloques de esos modernos en los que desaparecieron los áticos y sobreáticos de toda la vida, además de principales y entresuelos. Las dos habitaciones con párking se pueden alquilar por 950 euros al mes. Aunque no lo dice el anuncio, se puede garantizar, además de lujo, mucha tranquilidad: las 18 plantas suman 97 viviendas, pero muy, muy pocas están habitadas.

Me acerco ahí, a las Torres Europa, llamativos edificios en el irreconocible corazón moderno de L'Hospitalet de Llobregat, ahí donde hace apenas cinco años la Gran Via separaba Bellvitge y el Gornal del polígono Pedrosa, y donde hace 25 años esa autovía ni tenía una mediana pero sí una curva peligrosa a la altura de Bellvitge donde hasta podía yacer durante días en el arcén una mula atropellada y muerta.

Nacieron gafados, estos tres bloques de un residencial construido y promovido por Martinsa-Fadesa, inmobiliaria que en plena construcción del complejo entró en suspensión de pagos y dejaba con el corazón encogido a sus primeros compradores, que habían abonado, o estaban a punto de hacerlo, en letras hasta 100.000 euros de pisos que costaban hasta unos 600.000 euros, sin saber cuándo podrían ir a vivir ahí.

Me sitúo en la puerta de uno de los tres bloques, esperando que salga o entre un vecino, pero que nunca llega. Por la fachada acristalada, de color azul, trascienden lo que aparentan ser los trasteros, y solo tras una de las ventanas de las 18 plantas se ve ropa tendida. Predominan los carteles; dos bloques siguen en promoción con la misma Martinsa-Fadesa, que incluso tiene ahí su delegación barcelonesa en un 15º piso, el otro lo vende Caixanova Galicia, que era una de las muchas acreedoras (con 83 millones de deuda) de la inmobiliaria. En la web de la caja aparecen 18 pisos en venta en la torre del número 25-27 de la plaza de Europa, que parecen idénticos, todos de 81,9 metros cuadrados, pero que varían en precio de 380.000 a 418.000 euros, que debe de ser por la altura a que se encuentran, con mejores o menores vistas.

Mientras fuera sopla el viento, que es muy juguetón y rachado entre edificios tan altos -al lado, además, está el deslumbrante hotel Porta Fira del arquitecto japonés Toyo Ito-, logro entrar en el bloque del número 1-3 por una salida de emergencia que ha quedado abierta. Hay 98 buzones, pero en solo ocho figuran los nombres de sus inquilinos. Aparentemente, no vive nadie más. El silencio es total, los cuatro ascensores no se mueven. La distribución es curiosa: hasta la planta 13, las puertas son A, B, C, D, E y F. Y a partir de la 14, desaparece la F pero aparece la G en su lugar.

Sin locales comerciales

3 La hierba entre los bloques es verde y un poquito larga. Un operario cuelga en una góndola, presa del viento, para intentar limpiar los inacabables cristales, y entre los edificios solo pasan transeúntes procedentes de la Fira, del hotel o del centro comercial Gran Via 2 para bajar a la amplísima estación de Europa/Fira de Ferrocarrils. Una trabajadora de FGC ha salido fuera a fumar y llama a su madre. En los bajos, ninguno de los locales se ha comercializado. Una puerta está abierta, en el suelo hay agua de lluvia.

martes, 20 de diciembre de 2011

"Vamos a hacer algo más, merece la pena"


Leí hace mucho tiempo la biografía de Indira Gandhi. En ella contaba cómo a su padre le aconsejaron cuando nació que tuviera rápidamente un hijo varón para evitar que ella pudiera llegar a ser Primera Ministra. Nehru les dijo a sus asesores: "El mundo no cambiará si nosotros mismos no cambiamos". Quienes estamos detrás de este proyecto nuevo, hemos decidido cambiar; en mi caso, cambiar de partido para poder seguir defendiendo los mismos valores que me llevaron a la actividad política hace más de treinta años. En el caso de la mayor parte de mis compañeros de camino el cambio ha consistido en dar un paso adelante, embarcarse en un partido político nuevo, ofrecerse a los ciudadanos, y decir en alto: "vamos a hacer algo más; merece la pena".

Rosa Díez, en el discurso de presentación oficial de UPyD.

martes, 13 de diciembre de 2011

En Alemania no esconden la basura bajo la alfombra



Hace dos días se cumplieron 50 años del comienzo de la construcción del muro de Berlín y Alemania lo conmemoró. Una de las fechas más infames de la historia y Alemania ha decidido no olvidarla y es que estas cosas no hay que olvidarlas, más que nada para que no se repitan. Sin embargo aquí en España queremos borrar el pasado como el niño que cierra los ojos para que desaparezca lo que no le gusta. Aquí en España quitamos calles, monumentos, modificamos la historia, queremos cambiar nuestro funesto ayer, hacer como si nunca hubiese sucedido. Esta es la mejor manera para cometer de nuevo los mismo errores.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Bastones en alto en L´Hospitalet de Llobregat

La opinión de Emma Riverola en El Periódico de Catalunya.
Y los valientes plantaron cara con sus armas más poderosas, las más temidas: sillas de ruedas, bastones, pelo canoso y pancartas caseras. Armas capaces de sonrojar a todo aquel que tenga vergüenza, a todo aquel que no crea que los recortes del presupuesto deban afectar a la asistencia básica de los más débiles. Los abuelos del barrio de Sant Feliu de L'Hospitalet han tomado su ambulatorio dispuestos a no ceder lo que tantos años de reivindicación les costó. Hace 30 años tomaron la calle para exigir un centro de atención primaria. Ahora, de nuevo se hallan en pie de guerra. La lucha les pilla con el cuerpo más ajado y el pulso menos firme, pero su voluntad sigue irreductible como entonces. Quizá el Govern de Artur Mas crea que puede cerrarse un CAP durante un mes, pero los mayores saben que sus achaques nunca se van de vacaciones.

Cuando las imágenes de las protestas muestran ancianos con problemas de movilidad y familias desalojadas de sus hogares por no poder hacer frente a los pagos, las alarmas de la desigualdad se disparan. Podemos envolver los recortes con retórica o con silencios, pero la verdad se esconde en la lucha de esos ancianos por seguir recibiendo la atención primaria. Los cimientos del bienestar se están tambaleando. El subsuelo de la justicia se resquebraja y por sus grietas se precipitan los más débiles. Los siguientes ya andan haciendo equilibrios.

domingo, 11 de diciembre de 2011

La solidaridad de un Guardia Urbano de L´H

Entrevista en El Periódico de Catalunya a Francisco J. Pérez, Guardia Urbano de L´Hospitalet de Llobregat.
Francisco Javier Pérez (Barcelona, 1958) es un guardia urbano de L'Hospitalet de Llobregat. Lleva casi 30 años pateado sus calles y andado por sus tejados. Nunca se ha limitado a poner multas, sino que es de los que van al hospital a visitar a los accidentados y a interesarse por la familia de los chavales enganchados a la droga. Una noche de 1994 se le removió la conciencia...


-Mi mujer y yo estábamos viendo Informe Semanal. Uno de los reportajes mostraba las consecuencias de un terremoto en el valle del Cauca, en Colombia. Acababa con la imagen de una niña de la comunidad páez que había perdido a sus padres en el derrumbe de una ladera. Se había quedado muda y señalaba con la mano el lugar en el que fallecieron. Me impactó tanto que, al día siguiente, fuimos los dos al consulado de Colombia a preguntar cómo podíamos apoyar a los damnificados.

-¿Se plantaron así, sin más?

-Sin más. Nos dijeron que podíamos canalizar el dinero a través de ellos, pero preferimos una respuesta alternativa. Hablamos con familiares y amigos, reunimos algo más de 300.000 pesetas, y a las dos semanas me planté en Popayán, la ciudad más próxima al desastre.

-Menudo empuje.

-Me puse en contacto con una iglesia evangélica -a la que pertenezco- y con la ayuda de un pastor, conseguí que la compañía hidroeléctrica me facilitara camiones con conductor para llevar el material que compré con las 300.000 pesetas. Botas de agua, colchones, mucho grano, tiendas de campaña.

-¿Y dice que iba usted solo?

-Sí. Y nunca había viajado más allá de París... Una vez allí, conocí de cerca la situación de los niños de la calle de Bogotá y de Medellín, y eso me volvió a herir la conciencia. Hasta el punto de que, allí mismo, tomé la decisión de combatir ese problema. Pero el dinero ya estaba agotado.

-Sin dinero...

-Al año siguiente de ir a Popayán organicé un pequeño equipo de personas vinculadas a las iglesias evangélicas en Medellín, alquilamos un piso y acogimos al primer niño, Hugo, de 13 años. Para poder crecer, se creó Vida y Libertad. Al principio, los ingresos anuales no superaban las 100.000 pesetas. Pero, gracias al apoyo de muchas iglesias, en estos 16 años hemos podido atender a 40.000 niños en nueve países. Unos 1.800 cada día.

-Querer es poder.

-Tenemos hogares en Colombia y en Honduras para unos 80 niños, pero también abrimos guarderías y damos becas escolares. Queremos que los niños puedan desarrollar su vida con normalidad, lejos de la prostitución, la delincuencia o la muerte.

-Bien mirado, es una barbaridad lo que ha conseguido.

-Un proverbio africano dice: «Personas sencillas, en lugares sencillos, realizando cosas sencillas, pueden cambiar el mundo». Cuando te marcas un norte, eres capaz de actuar. Y cuando empiezas a caminar, se implican muchas personas de gran valor. Por ejemplo, la directora del proyecto en Medellín es una chica de Esplugues licenciada en Económicas. Llevaba la contabilidad de una empresa japonesa, y cuando manifestó su inquietud por irse a Colombia a sus superiores le propusieron doblarle el sueldo. Pero se marchó, porque tenía la convicción de que era donde debía estar.

-Oiga, usted no ha dejado su trabajo en la Guardia Urbana.

-Sigo haciendo jornadas de ocho horas, ahora en la central. Me siento cómodo no teniendo ingresos de la entidad. Estoy en paz sabiendo que mi dinero procede de mi trabajo. No tengo piso en propiedad, ni coche. Tengo libertad de acción y de espíritu.

¿Y la familia le acompaña?

-Mi esposa me ha apoyado, incluso en los momentos difíciles. Hace 12 años, un grupo armado irrumpió en nuestro centro de Colombia. Robaron por valor de varios millones de pesetas. Como es gente que suele repetir, instalamos a los niños en hogares de confianza y yo pedí una excedencia en la Guardia Urbana con el fin de instalarme allí, junto al equipo. Mi mujer estaba embarazada de mi hija...

-Se ha ganado usted el cielo.

-Mi premio son las buenas notas que los niños sacan en los colegios. Ver que son felices. La solidaridad enriquece y aporta dignidad a quien la realiza. Si todo el mundo estuviera implicado en la ayuda a la tercera edad, a los niños, a las personas maltratadas en su propio vecindario, se producirían transformaciones profundas en la sociedad. Ortega y Gasset decía: «Una persona es lo que esa persona hace».

sábado, 10 de diciembre de 2011

Grietas en L´Hospitalet de Llobregat

La carta de un lector hospitalense en El Periódico de Catalunya.
En la finca donde vivo, en el barrio de Can Serra de L´Hospitalet (construida en 1973 y de renta limitada), surgieron muchas grietas alarmantes. Los vecinos contactamos con un arquitecto y después de realizar varios estudios nos dijo que la aparición de las grietas se debía a que el edificio se estaba hundiendo porque el arquitecto que lo había diseñado consideró que la profundidad de los pilares respecto del terreno en el que se levantó, un barranco lleno de basura, era suficiente para aguantar diez plantas. Las obras de refuerzo de los pilares nos han costado 6.500 euros por cabeza. Somos trabajadores, jubilados, parados, viudas y pensionistas que hemos hecho un gran esfuerzo para pagar esa cantidad. Algunos han tenido que solicitar un préstamo, otros han pedido ayuda a sus hijos y a otros familiares, otros lo están pagando como pueden y uno, al final, vendió el piso. Una vez pagada la obra pedimos a la Generalitat acogernos a las ayudas que daba para la rehabilitación de viviendas; en nuestro caso, sería de cerca del 50% de lo pagado. Pero a finales de abril recibimos una carta de la Generalitat que dice que nuestra solicitud es correcta, que está muy bien presentada y tramitada, pero que no hay dinero para ayudas y que proceden a su archivo. Y ahora, ¿qué? Casi todos los vecinos contábamos con ese dinero para reparar nuestros pisos y la fachada, porque a raíz del hundimiento del bloque se habían agrietado. Y encima, nos inspeccionaron la instalación eléctrica y nos dijeron que teníamos que adecuarla a la normativa vigente, que si no lo hacíamos, nos sancionarían; la broma vale cerca de 15.000 euros. ¿Con qué dinero vamos a pagarlo si a muchos no nos llega ni para pasar el mes? ¿Con qué dinero vamos a pagar la reparación de las grietas de nuestros pisos? ¿Y de la fachada? ¿Por qué nos deniegan las ayudas? Doy las gracias al señor Mas y a los que le votaron por hacernos todavía más pobres y humildes de lo que éramos, al tiempo que ha hecho más ricos a los ricos, suprimiéndoles el impuesto de sucesiones.

Ernesto Ortega Merino - (L'Hospitalet de Llobregat)

La importancia de reciclar correctamente

jueves, 8 de diciembre de 2011

Vivir en un zulo público en L´Hospitalet de Llobregat


Noticia publicada en El Periódico de Catalunya

En poco más de un mes, la calle de Salvador Seguí, en L'Hospitalet, ha sufrido tres incendios en el interior de viviendas. Las malas condiciones en las que los propietarios de los pisos tienen las instalaciones parecen ser la causa común de los tres incidentes. El primero de ellos ocurrió en los bajos del número 9, donde vive María Isabel Auge, su hijo Daniel Cous, de 23 años, su nuera y su nieta de pocos meses. Un incendio repentino en el cuadro de la luz sorprendió a la familia, que pudo aplacar las llamas con mantas. «Si hubiese sido de noche o de madrugada, nos hubiéramos quemado como nuestros vecinos del otro bloque o tal vez no lo hubiésemos contado», dice Daniel en referencia al incendio que el Sábado Santo dejó ocho heridos, dos de ellos muy graves.
Daniel conocía a la mujer que vivía en el bajo donde comenzaron las llamas que alcanzaron todo el edificio. «Su piso estaba en mejores condiciones que este, pero se ve que la instalación eléctrica estaba fatal, igual que la nuestra», asegura Daniel. Sus padres alquilaron el inmueble como una pequeña tienda de barrio hace 23 años. Desde entonces viven allí, en unas condiciones insalubres. Ellos mismos han tenido que reparar la tubería de las aguas negras de todo el edificio después de que su casa se llenara de heces. Van remendando como pueden las humedades y a veces se desvelan cuando escuchan alguna rata que busca abrirse paso bajo las baldosas. «Ahora con los perros hay menos porque han matado muchas», explica.

El inmueble, que no cuenta con cédula de habitabilidad, fue asumido por la Generalitat después del fallecimiento de la antigua propietaria, que no tenía herederos. La Agència de l'Habitatge, la antigua Adigsa, asegura que probablemente nunca asuma el inmueble como vivienda y que la Direcció General de Patrimoni de la Generalitat ha iniciado un proceso de desahucio porque los vecinos, tras protestar por las malas condiciones del bajo, se niegan a pagar el alquiler (unos 200 euros al mes). La Generalitat afirma que el lugar no es habitable, pero la familia dice que hace 23 años, la dueña permitió un uso como vivienda y, según afirma, así quedó reflejado en el contrato.

Sin piso protegido

Los inquilinos dicen haber acudido al ayuntamiento para pedir un piso protegido, pero ni siquiera han podido ser inscritos en el listado de solicitantes por no contar con los ingresos mínimos (el joven matrimonio está en paro y la madre cobra una pensión). Ahora, tras negarse a pagar los nuevos contadores individuales de agua (hasta ahora dividían una factura común entre todos los vecinos de la finca) y las últimas mensualidades, pueden perder la vivienda. «Hace 20 años vino Sanidad y dijo que el lugar no era habitable, pero ahora, viuda y con una pensión mínima, no tengo adónde ir», explica María Isabel, quien no sabe qué destino tendrá ni si finalmente le concederán un piso de emergencia. Eso sí: exige un alquiler adecuado a su reducida pensión.

La ruta de las ratas


La ruta de las ratas, es el camino que siguen los animales inmundos de alcantarilla en alcantarilla hasta que encuentran un recoveco por donde seguir royendo los fundamentos de nuestra sociedad.