jueves, 24 de diciembre de 2009

España, una nueva historia. (4)


La riqueza americana no impidió que en las aldeas y en las pequeñas ciudades la gente se muriera prácticamente de hambre. Esa paradoja forma parte de la memoria social española. Basta con visitar cualquier rincón de España para comprobar el poco imapcto en su paisaje de la grandeza del imperio universal; apenas unas mansiones señoriales de los aristócratas del lugar y de los altos funcionarios de la corte, unos monasterios y por supuesto la maciza iglesia en medio del pueblo. Pocas casas de gente trabajadora, el verdadero armazón de un país, al contrario de lo que ocurre con las granjas en Francia, Alemania o Inglaterra. He aquí un rasgo difícil de entender. España no supo administrar los inmensos recursos de su imeprio colonial en aras del bien social, sino más bien en representar aquello que más era. Dilapidó sin sentido, provocando las quejas de los arbitristas más sensatos que no cesaron de hablar de la decadencia de un país que paradójicamente dominaba medio mundo. ¿Por qué la sociedad española fue incapaz de prever los graves problemas del futuro, fue renuente a percibirlos una vez que se habían producido y fue incapaz de resolverlos una vez los hubo percibido? Todavía hoy mostramos cierta incredulidad acerca de que sucediera una cosa así en pleno Siglo de Oro de las letras españolas?

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