martes, 15 de diciembre de 2009

Cataluña y los talibanes


José María Carrascal en ABC


«CATALUÑA se está muriendo. La están matando», en labios del presidente de un club que lo gana todo. Más que el eslogan electoral de alguien que intenta hacer carrera política, es la muestra del delirio a que puede llevar el nacionalismo. Un sentimiento honorable, positivo, cuando se queda en amor a nuestra tierra, a sus gentes y costumbres, pero que, convertido en fiebre apasionada, nubla la visión, trastorna la mente y lleva a la catástrofe. No hace falta recordar la Alemania borracha de nacionalismo bajo Hitler. Acabamos de tener un ejemplo de sus excesos en los Balcanes. El nacionalismo no es sólo «el refugio de la canalla», según Samuel Jonson. Es también el causante de la mayoría de las guerras de los siglos XIX y XX. Laporta exagera -el principal rasgo nacionalista-, pero con un fondo de razón, como los niños -curiosamente, «niños», en catalán, se dice «canalla»- y los locos: a Cataluña, en efecto, la están matando. Pero no España, como él implica. La está matando el nacionalismo rabioso, que le impide avanzar como el resto de las comunidades españolas, entre las que pierde posiciones, al dedicar sus esfuerzos a una causa tan anacrónica en nuestro mundo globalizado.
Es por lo que no despacharía las 166 «consultas populares» celebradas ayer en Cataluña con la displicencia de Zapatero: «No van a ninguna parte». También nos dijo que la crisis económica no nos afectaría. Otra vez el presidente cerrando los ojos a la realidad desagradable. Y su vicepresidenta, apoyándole: «No se ajusta a la ley y no tiene valor alguno». ¡Naturalmente que no se ajusta a la ley! ¡Como que es un fraude de ley! En su artículo 92, la Constitución establece que sólo el Rey, a propuesta del Gobierno, puede autorizar un referéndum, y lo de ayer fue un referéndum independentista ni siquiera camuflado. ¿Qué han hecho ustedes, doña María Teresa, para impedirlo? Absolutamente nada. En cuanto a que no tiene valor alguno, escuche a Carod Rovira: «No tiene fuerza legal, pero tiene fuerza moral». Dentro de poco, veremos a toda Cataluña votando, y votando «sí», porque contra el subidón nacionalista no hay razones, ni argumentos, ni «seny» que valga. Puede que muchos se queden en casa. Pero a votar «no» se atreverán muy pocos, por temor a la exclusión social e incluso a la agresión física. Ya oyeron al ex alcalde de Calella: «Tenemos el enemigo dentro de casa. A los del PP habría que matarlos». Cuando el tigre nacionalista se despereza, no hay quien lo pare.
Leo que en una conferencia pronunciada en Barcelona, Bill Clinton dijo «el futuro será Cataluña o talibán». No esperaba tanta perspicacia del presidente que convirtió el Despacho Oval en su picadero. Sólo erró en la conjunción: por este camino, el futuro será Cataluña y talibán. Y la pregunta que habría que hacer a los catalanes es: ¿queréis ser gobernados por vuestros talibanes?

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