sábado, 17 de enero de 2009
Cuestiones estéticas.
Francesc de Carreras en la Vanguardia.
La semana ha dado lugar a algunas noticias interesantes para tener algún indicio sobre por donde va la política catalana. Ninguna de estas noticias, por supuesto, tiene la menor importancia más allá de nuestro claustrofóbico pequeño mundo, pero sirven para entretenernos. Así pasamos el tiempo.
Por ejemplo, que Ignasi Guardans, contra su voluntad, no sea de nuevo candidato de CiU al Parlamento europeo resulta incomprensible, al menos, por dos razones. Primera, porque se trata de un político de indudable competencia, casi diría uno de los pocos que la demuestra en sus intervenciones públicas: tiene sólidos conocimientos, argumenta muy bien sus posiciones y las trasmite con claridad a quien le está escuchando o leyendo. Segunda, porque la razón de que no es suficientemente soberanista o, sencillamente, no lo es para nada, da la medida de la desorientación de CiU, sólo empeñada, por lo visto, en repartirse la limitada bolsa de votos independentistas con ERC, en lugar de intentar atraerse el voto moderado que tanta fuerza le dio en épocas pasadas. En lugar de una “casa gran”, Artur Mas parece estar construyendo una “casa petita”, muy “petita”. A Jordi Pujol estos chicos le deben estar amargando la jubilación.
Una segunda cuestión podría englobarse bajo el título de “la piel fina”, demasiado fina. Efectivamente, la semana ha evidenciado que algunos no soportan las críticas que, por duras e injustas que sean o les parezcan, deben encajarse con fair play y, en todo caso, replicarse con argumentos, no con lloriqueos y descalificaciones al mensajero. Aquí podría referirme también a algunos articulistas a raíz de la guerra de Palestina. Pero el caso más sorprendente ha sido la declaración de la portavoz de IC a raíz del indudable chaparrón – quizás exagerado – que le ha caído encima al conseller Saura, tanto por haber participado en una manifestación a favor del alto el fuego en Gaza, como porque su partido es el principal responsable de la reducción de velocidad en el área de Barcelona, una medida cuando menos discutible. Un político democrático debe respetar las críticas, aceptar que son razonables cuando, como en este caso, lo son, y responder con argumentos. No es presentable atribuirlo todo al fantasma de una campaña orquestada, solo les faltaba añadir, como en los viejos tiempos, judeo-masónica.
Por último, el PSC parece dispuesto a que alguien piense en trazar una estrategia que le permita ser identificado como partido socialista y no simplemente nacionalista. Ya veremos que da la cosa de sí. Pero estar dispuesto a reflexionar siempre es bueno, tras tener tanto tiempo la materia gris en sequía, siempre a remolque de lo que dicen los demás.
En fin, en otros lugares tratan de afrontar la crisis económica. Nosotros, los catalanes, mientras tanto, preferimos dedicarnos a cuestiones estéticas.
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