jueves, 12 de noviembre de 2009

El Bucle Melancólico. (20)


Pesan aún muchos silencios y muchas reticencias obligadas sobre el franquismo vasco, pero no cabe ignorar que hubo aquí también, como en toda España, un franquismo popular, carlista en este caso. Dudo mucho que ese franquismo sufriera desprecio y aislamiento por parte de la población nacionalista. Pongamos que se despreciaba y se aislaba al guardia civil gallego, extremeño o andaluz, al pequeño funcionario falangista castellano... y aun esto es difícil de creer (en los años cuarenta y cincuenta, sin terrorismo nacionalista, los guardias civiles, que permanecían en su destino durante muchos años, no eran mirados con odio salvo por una minoría); pero al franquista de casa, al primo alcalde o a la prima estanquera, ¿cómo soñar en aislarlos, si había que recurrir a ellos para cualquier gestión, para los papeles del caserío, para las recomendaciones, para los informes de buena conducta? ¿Acaso fue aislada y despreciada la familia de Arzalluz? Ni la de Arzalluz ni la de Mayor Oreja, familias del país, tradicionalsitas, arraigadas en el humus social vasco... no eran ocupantes porque no hubo ocupación alguna. El desprecio y el aislamiento vino después. Lo provocó ETA, con su estrategia de acción-represión-acción encaminada a arrancar al franquismo su máscara de tolerancia y obligarle a descargar sobre las masas una violencia indiscriminada. Y a dividir al pueblo en vascos patriotas y vascos traidores, y a poner a los inmigrantes ante la disyuntiva de apoyarles o ser tratados como enemigos.

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