jueves, 5 de noviembre de 2009
El Bucle Melancólico. (6)
Sin embargo, ni Areilza ni Unamuno utilizan la palabra "nación" para referirse al país vasco. En realidad, no fueron nacionalistas, sino muchachos aquejados de un sarampión melancólico que hallaba su lenitivo en una imposible mixtura de vascomanía lietraria y federalismo. Tampoco fue la suya una generación romántica. Ni siquiera compartían el edulcorado romanticismo victoriano de Vicente de Arana. Sencillamente, tenían ganas de llorar por algo, como todo adolescente, y, como eran demasiado pudorosos para llorar por ellos mismos, lo hacían por la Euskalherría humillada por el gobierno de la monarquía y traicionada por la mayoría de sus hijos, es decir, por los que no lloraban. Porque, como recordará Unamuno en 1907, "éramos muy pocos" los que, despreciando las corridas y los festejos veraniegos de Bilbao, buscaban las soledades del monte para derramar allí lágrimas por la esclavitud de la patria, leer a Rousseau, recitar a Ossian e invocar a los héroes de las leyendas de Chaho y de Arana. En cualquier caso, se trataba de un morbo pasajero, según corrobora Unamuno: "La gimnasia, sí, que me hizo fuerte. Porque ahora comprendo que aquel luto que llevaba en mi corazón juvenil por las aflicciones y desgracias de mi madre Euskalherría estaba muy íntimamente relacionado con la estrechez y angustia de mi pecho de entonces, y con el escaso aguante que tenía para la fatiga física. Así que ensanché mi pecho y retemplé mis músculos y mis nervios, se me fue desvaneciendo la compasión hacia los que sabían y podían divertirse."
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