martes, 2 de febrero de 2010
España, una nueva historia (62)
Con la toma de Granada, las reformas políticas emprendidas por los Reyes Católicos parecían estar plenamente legitimadas. Era la prueba una vez más de la importancia de los hechos en la vida de los reyes a finales del siglo XV. Cualquier joven de la pequeña y mediana nobleza podía entender perfectamente a sus reyes, ya que se beneficiaba de su proyecto de que fueran esas clases sociales las que aportaran los efectivos a la administración y al ejército. La posición a comienzos de 1492 era aún inestable y las ramas parecían ser el único elemento seguro para afianzar la reforma. La controversia humanística entre las ramas y las letras, vale decir, entre los partidarios de que la administración estuviera en manos de individuos formados o en manos de grupos de poder tenía una razón de ser una vez conquistado el reino de Granada. La primavera y el verano de 1492 presenciaron un gran cambio en la dirección de los asuntos públicos. Con el estímulo del inquisidor gneral, fray Tomás de Torquemada, se quiso dar una solución final al problema de los judíos en España (y digo esto porque afectó por igual a los territorios de la Corona de Castilla y a los de la Corona de Aragón).
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