sábado, 6 de febrero de 2010

España, una nueva historia (68)


Las élites que rodearon a Carlos V se rebelaron contra la España profunda, al imaginarla como una nación atrasada, reaccionaria, represiva en su moralidad sexual, de gustos plebeyos, pagada de sí, torpe y vulgar. Los que aspiraban a incorporarse a la corte debían vincularse cuanto antes al dinero, a la moda y la cultura del mercado mundial. No está claro, y se sigue debatiendo, si se consideraban a sí mismo españoles, aunque desde luego utilizaban el castellano en sus escritos pero no en sus conversaciones, que probablemente eran en francés o italiano, las dos lenguas internacionales de aquellos años. El patriotismo de las ciudades medievales no se encontraba entre las virtudes más apreciadas por ellos. El humanismo, por el contrario, les sentaba perfectamente ya que evocaba la agradable imagen de una Europa unida bajo el emperador, sin el peso del inextricable papado ni de los adustos clérigos reformadores, donde se podían saborear indiscriminadamente platos de la renovada cocina veneciana o francesa, madrigales ingleses y poesía italiana o francesa, sin preguntas ni compromisos.

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