jueves, 4 de febrero de 2010
España, una nueva historia (65)
La muerte de Felipe I desencadenó una anarquía que estuvo a punto de convertirse en una nueva guerra civil en Castilla, mientras que Fernando destituía al Gran Capitán, dejando Nápoles en manos e sus hombres de confianza, primero de su hijo natural, el conde de Ribagorza, más adelante en las de Ramón de Cardona-Anglesola, al que los rumores también hacían hijo natural del rey. Catalanes en los puestos claves, mientras que Gonzalo debía contentarse con el cargo de alguacil de Loja, cargo que por cierto le concedió la reina Juana, su máxima valedora en etos años de infortunio. Y sobre Juana se centraba toda la atención. ¿Estaba loca? ¿Qué indujo a Fernando el Católico a recluirla en Tordesillas, casi de por vida? Se trataba de un sacrifcio en bien de la patria, o por mejor decir, del Estado dinástico español que volvía a ser posible.
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