miércoles, 30 de septiembre de 2009
Anatomía de un instante. (44)
Durante un debate parlamentario el nuevo líder de la derecha. Antonio Hernández Mancha, cuyas peticiones de apoyo había rechazado Suárez de forma reiterada, le dedicó con irónica altivez de abogado del estado unos versos contrahechos para la ocasión que atribuyó a santa Teresa de Jesús: "¿Qué tengo yo, Adolfo, que mi enemistad procuras?/¿Qué interés te aflige, Adolfo mío,/ que ante mi puerta, cubierto de rocío,/pasas las noches de invierno oscuro?". En cuanto hubo concluido de hablar su adversario, Suárez saltó de su escaño y pidió la palabra: aseguró que Hernández Mancha había recitado mal todos y cada uno de los versos del cuarteto, luego los recitó correctamente y para acabar dijo que su autor no era santa Teresa sino Lope de Vega; después, sin más comentarios, volvió a sentarse. Era la escena soñada por cualquier gallito de provincias con ganas de desquite: siempre había sido un parlamentario retraído y pedestre, pero acababa de abochornar en un pleno del Congreso y ante las cámaras de televisión a su comeptidor más directo, recordándoles a quienes durante años lo habían considerado un chisgarabís indocumentado que quizá no había leído tanto como ellos pero había leído lo suficente para hacer por su país muchas más cosas de las que ellos habían hecho, y recordándoles de paso que Hernández Mancha era sólo otro más de los muchos mequetrefes adornados de matrículas de honor con que se había medido en su carrera política y que, porque creían saberlo todo , nunca entenderían nada.
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