miércoles, 7 de octubre de 2009

Anatomía de un instante. (y 51)


Con este post acabo la serie de retazos que os he seleccionado del último libro de Javier Cercas "Anatomía de un instante".


Es verdad: nada de lo anterior ocurrió gracias al golpe, sino a pesar del golpe; no ocurrió porque el golpe triunfase, sino porque fracasó y porque su fracaso convulsionó el país y pareció cambiarlo de cuajo. Pero sin el golpe esa convulsión no se hubiera producido, ni ese cambio, o no como se produjo y con la rapidez con que se produjo, y sobre todo no se hubiera producido lo más importante, y es que la Corona se armó de un poder y una legitimidad con las que antes del golpe ni siquiera había soñado. El poder del Rey provenía de Franco, y su legitimidad del hecho de haber renunciado a los poderes o a parte de los poderes de Franco para cedérselos a la soberanía popular y convertirse en monarca constitucional; pero ésa era una legitimidad precaria, que le restaba poder efectivo al Rey y lo dejaba expuesto al albur de los vaivenes de una historia que había expulsado del trono a muchos de los que lo precedieron en él. El golpe de estado blindó a la Corona: actuando al margen de la Constitución, usando la última baza de poder de un Rey sin poder -la que tenía como jefe simbólico del ejército y heredero de Franco-, el Rey paró el golpe y se convirtió en el salvador de la democracia, lo que colmó de legitimidad a la monarquía y la convirtió en la institución más sólida, más apreciada, más popular, más resguardada contra la crítica y, en el fondo, más poderosa del país. Eso es lo que sigue siendo ahora mismo, para la incredulidad de ultratumba de los antepasados del Rey y para la envidia de todas las monarquías del continente. O dicho de otro modo: si antes del 23 de febrero los golpistas hubieran realizado un cálculo de riesgos y beneficios y hubieran llegado a la conclusión de que era menos peligroso para la monarquía parlamentaria dar un golpe o permitir que se diese que no darlo, o si hubieran diseñado el golpe no para destruir la democracia sino para encogerla por un tiempo y resguardar así a la monarquía en un momento de zozobra y asentarla en el país, entonces habría razones para sostener que el golpe del 23 de febrero triunfó, o al menos que no fracasó por completo. Pero es mejor decirlo así. El golpe de estado fracasó por completo y fue su completo fracaso lo que convirtió el sistema democrático bajo la forma de la monarquía parlamentaria en el único sistema de gobierno verosímil en España, y por eso quizá es posible decir también que, igual que si hubiera querido insinuar que la violencia es la canttera de la historia, la materia de la que está hecha, y que únicamente un acto de guerra puede revocar otro acto de guerra -igual que si hubiera querido insinuar que únicamente un golpe de estado puede revocar otro golpe de estado, que únicamente un golpe de estado podía revocar el golpe de estado que el 18 de julio del 36 engendró la guerra y la prolongación de la guerra por otros medios que fue el franquismo-, el 23 de febrero no sólo puso fin a la transición y a la posguerra franquista: el 23 de febrero puso fin a la guerra.

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