lunes, 19 de octubre de 2009

El lalalá


Un cuento de Elvira Lindo

Vaya disgustazo que nos llevamos mi santo y yo. Leemos en el periódico una entrevista con el escritor Ferran Torrrent y, en principio, yo que sé, parece que al hombre todo le iba bien. Que si con la literatura se ha comprado un BMW. Estupendo. Que si ganó un premio de cinco millones. Mola. Que si ya le han llevado tres novelas al cine. Me alegro. Que si es el escritor más vendido en catalán. Para tirar cohetes. Pero, joé, sigue hablando y dice que los de Madrid, pues que no le leemos, y que no es por señalar pero que él cree que eso se debe al anticatalanismo ancestral español.
¿Tú no has leído a Ferran Torrent por un anticatalanismo ancestral?, le pregunto a mi santo; me parece que no, me dice, pero vete tú a saber, como todo eso está en el subconsciente... O a lo mejor es porque soy de Jaén, y los de Jaén vamos todavía por el XIX en cuanto a lecturas se refiere. La que podías haberle leído eres tú, me dice mi santo, pero claro, como eres de Madrid. Tú sí que eres una anticatalana y una xenófoba, cuando Ferran señala a alguien está señalando a gente como tú.
¿Cómo yo?, le digo a mi santo, si en esta casa tenemos en un altar a Marsé, a Terenci, a Gil de Biedma, a Maruja...; ésos no te valen de ejemplo, me dice mi santo, tienen que escribir en catalán, ser pata negra. Che, che, che, le digo a mi santo, perdona, pero si yo hago todo lo que puedo por purgar mi pecado original, a los dieciséis años cantaba "La Estaca", prefería a Serrat en catalán, me quejaba porque Dagoll Dagom no representaran sus obras en su idioma materno, me emocionaba con "Els segadors", siempre dije que los catalanes eran más europeos, vete a mi barrio que todavía se acordarán, siempre que he ido a Barcelona me ha dolido la boca de decir que Madrid es un poblacho al lado de ese ejemplo de civilización, digo "munyetas" que parezco payesa, y la elegancia, ¿dónde he dicho yo que está la clase, cariño?, en el Pont Aeri; pero no nos quedemos sólo en la cultura catalana, mi familia es de Ademuz, un pueblo de Valencia que el único defecto que tenía es que era castellanohablante, pero con la ayuda de la Generalitat nos estamos normalizando; yo también hubiera salido a la calle con el puño cerrado por que el Lalalá se hubiera cantado en catalán. Soy madrileña, de la capital de la caspa, pero intento redimirme. Antes pensaba que la periferia era Moratalaz, o Vallecas, qué cutre fui. Ahora pienso que me hubiera gustado ser artista periférico-cultural, porque además así podría echarle la culpa de que no me leyeran a la xenofobia, ¿por qué mis libros no acaban de despegar en Alemania, cariño? Porque vista de lejos parezco turca y contigo al lado, pues más. Y lo mío conste que no tiene arreglo, pero tú te podías haber convertido en el artista oficial de Andalucía, ¿por qué no quisiste, que estás alelao?
No sé, me dijo mi santo, es que cuando me fui a apuntar ya habían cerrado el cupo. Ahora mismo me podía estar reuniendo con el presidente de la Junta de Andalucía para hablar de cultura. Al final te has hecho casi de Madrid, le dije a mi santo, y se lo dije con culpabilidad por haberle contagiado una enfermedad tan vergonzante. Ahora mismo, le dije, voy a escribir una postal a Ferran que diga Ferran, a partir de ahora no habrá libro tuyo que yo no me lea. Me gusten o no me gusten, por narices que me los voy a leer.
¡Pero no le mandes esa postal de los leones de las Cortes, joé!, me gritó mi santo, ¿ves cómo los de Madrid siempre vais avasallando?

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