martes, 5 de enero de 2010
España, una nueva historia. (19)
Entre los obispos hispanos calaron hondo las ideas de Orosio y de su maestro san Agustín. Unas ideas propias de personas descontentas que actúan contra los valores establecidos minando la coherencia de la comunidad y fomentando la rebeldía social. Es como si en medio de las invasiones bárbaras se tramara algo en contra de la autoridad imperial. ¿Recuperación de la vieja identidad ibérica? A veces se comenta que los bagaudas del valle del Ebro recuerdan la resistencia numantina ante las tropas de Emiliano. Era como un regreso al pasado. O quizás todo eso no es más que una ilusión moderna. ¿Significaron algo suevos, vándalos y alanos en la configuración del "bíos" español? En un mundo tan lleno de incertidumbre como el de los principios del siglo V, los pueblos bárbaros buscaron amparo en las pautas romanas. Para citar a Orosio de nuevo, cuya visión es muy similar a la de Gregorio de Tours: nada podía cambiar las formas de vida romanas, ni siquiera el hecho de que los invasores soñaran con suplantarlas en un futuro lejano.
En medio del debate, Ataúlfo recaló en Barcelona con sus ojillos puestos en Gala Placidia. La hermana del emperador, que la llevaba consigo como algo más que un rehén. A su alrededor se arremolinaron todos los ciudadanos contrarios a Roma con la sugerencia de que cambiara el nombre de aquellas tierras y las llamase Gothia en honor de su pueblo. Ataúlfo era una especie de rey para los visigodos y comenzó a sentir la presión de una época que iba a poner fin al Imperio Romano. La crónica de su vida se une a la gran epopeya de su pueblo. ¿Quiénes eran en realidad los visigodos?
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