jueves, 14 de enero de 2010

España, una nueva historia (31)


El futuro de Castilla según Sancho García se vincula a las dos potencias emergentes, el reino de Navarra y el condado de Barcelona, lo que supone el final anunciado de León como referente de la lucha contra el califato. Desde el monasterio de San Salvador de Oña, fundado por él en 1011, el conde Sancho observa el misterio primordial del poder surgido de la revolución feudal. El valor del doble matrimonio de sus hijas, la mayor, Muniadona, con Sancho III Garcés y la menor, Sancha, con Berenguer Ramón I. Lo que él no podrá hacer lo harán sus poderosos nietos, García Sánchez de Navarra, Fernando de Castilla y León, Gonzalo de Sobrarbe (de su hija mayor) y Ramón Berenguer I (de su hija menor). Sancho García participó con devoción en la ceremonia que legitima el sistema feudal: la donación de las hijas a poderosos jefes de linaje, el reconocimiento de la herencia como un hecho seminal. Para aquellas ocasiones, las abuelas tenían guardados en arcones vestidos de seda, adornados de encajes y pedrería. En la solemnidad de la boda, el conde Sancho presenta subrepticiamente su concepción política. Y con la entrega de sus hijas a Sancho el Mayor de Navarra y a Berenguer Ramón de Barcelona apuesta por una realidad que sigue inexplicada, pero que servirá de guía tanto a él como a sus hijos: la herencia de los sentimientos castellanos se transmite de igual modo por la linea masculina que por la femenina.

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