lunes, 18 de enero de 2010

España, una nueva historia (38)


La historia del linaje condal de Barcelona se encargó de demostrarle que un hombre no necesita ser un desterrado para ser tratado como un eneimigo del nuevo orden político. El orgulloso Ramón Berenguer II, casado con Matilde, la hija del normando Roberto Guiscardo, perderá la vida en aras de un absoluto concreto: crear un Estado dinástico en la linea marcada por su suegro en Apulia y Sicilia, convertir Barcelona en una capital política como Palermo, salvar el mundo musulmán integrándolo en un gran marco político. La persona que está detrás de su muerte es su propio hermano Berenguer Ramón II. al que se le conocerá precisamente como "el fratricida", y esa aura cainita de la corte catalana marcará el destino de Rodrigo Díaz, para unos el Campeador y para otros , el Cid. Cuando se cierra la lápida con el cuerpo sin vida de Ramón Berenguer II, la viuda se presenta a la vista de todo el mundo con su hijo entre los brazos. Espera una reacción por parte de los nobles a favor de su causa encarnando en ese momento la belleza de la tristeza femenina. La nobleza catalana reacciona en menos tiempo del que cabría esperar y, en una asamblea, exige a Berenguer Ramón II un compromiso de que se aceptará a su sobrino como el legítimo heredero. Es un compromiso de que aceptará a su sobrino como legítimo heredero. Es un compromiso feudal, un pacto entre señores. Matilde cree que es una deciisón política y acepta el sacrificio de abandonar la tierra (y al hijo) sin mayores reparos. El Estado está en peligro y una vez más el sacrificio de una mujer le salvará de los enemigos.

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